Serenata para Tenor, Corno y Cuerdas

El día ha envejecido; al desfalleciente sol
Le queda un corto camino que recorrer,
Y sin embargo sus caballos, con toda su habilidad,
Difícilmente tiran el carruaje abajo la colina.

Ahora las sombras crecen tanto,
Que arbustos como altos cedros se muestran;
Montoncitos de tierra parecen montañas, y la hormiga
Aparenta un monstruoso elefante.

Un muy pequeño, pequeño grupo
Crea una sombra en el suelo tres veces la que debiera;
Mientras que el pequeño niño que lo sigue
Parece un poderoso Polifemo.

Y ahora en bancas están todos sentados,
Al aire fresco para conversar,
Hasta que Febo, hundiéndose en el Oeste,
Lleve al mundo por el camino al reposo.

El resplandor cae sobre los muros del castillo
Y las antiguas cimas nevadas:
Las largas y claras ondas a través de los lagos,
Y la catarata furiosa salta en su gloria:
Sopla, trompa, sopla, haz volar los salvajes ecos,
Respondan, ecos, muriendo, muriendo, muriendo.

O atiendan, oh, escuchen cuán ligeros y claros,
Y más delgados y más claros se alejan!
Oh dulce y lejano, desde monte y precipicio
Las trompas del país de los elfos débilmente soplan!
Sopla, déjanos oír los valles púrpura replicar;
Sopla, trompa, respondan, ecos, muriendo, muriendo, muriendo.

O amor, ellos mueren allá en el majestuoso cielo,
Se desvanecen en colina, campo o arroyo:
Nuestros ecos van de un alma a otra
Y crecen por siempre y para siempre.
Sopla, trompa, sopla, echa a volar los salvajes ecos,
Y respondan, ecos, muriendo, muriendo, muriendo.

¡Oh Rosa, tú estás enferma!
El invisible gusano
Que vuela en la noche,
En la intensa tormenta,

Ha encontrado tu lecho
De júbilo carmesí:
Y su oscuro amor secreto 
Destruye tu vida.

Esta misma noche, esta misma noche,
Cada noche y todas,
Fogón y casa y luz de velas,
Y Cristo recibe tu alma.

Cuando tú de aquí hayas partido,
Cada noche y todas,
Al páramo de las espinas llegarás finalmente;
Y Cristo recibe tu alma.

Si alguna vez diste medias y zapatos,
Cada noche y todas,
Siéntate y póntelos;
Y Cristo recibe tu alma.

Si medias y zapatos tú nunca diste,
Cada noche y todas,
Las espinas se te clavarán hasta los huesos;
Y Cristo recibe tu alma.

Del páramo de las espinas cuando puedas salir,
Cada noche y todas,
Al Puente de los Muertos llegarás finalmente;
Y Cristo recibe tu alma.

Del Puente de los Muertos, cuando puedas pasar,
Cada noche y todas,
Al fuego del Purgatorio llegarás finalmente;
Y Cristo recibe tu alma.

Si alguna vez diste carne o bebida,
Cada noche y todas,
El fuego nunca te consumirá;
Y Cristo recibe tu alma.

Si carne o bebida tú nunca diste,
Cada noche y todas,
El fuego te quemará hasta los huesos;
Y Cristo recibe tu alma.

Esta misma noche, esta misma noche,
Cada noche y todas,
Fogón y casa y luz de velas,
Y Cristo recibe tu alma.

Reina y cazadora, casta y bella,
Ahora el sol se dispone a dormir,
Sentada en tu trono de plata,
Majestuosa te muestras:
Héspero suplica por tu luz,
	Diosa excelentemente brillante.

Tierra, no permitas que tu envidiosa sombra
Ose ella misma interponerse;
El brillante orbe de Cynthia fue hecho para
El cielo aclarar cuando el día concluya;
	Bendícenos con tu añorada visión,
	Diosa excelentemente brillante.

Deja tu arco de perlas a un lado,
Y también tu brillante carcaj de cristal;
Permite al venado que huye
Tiempo para recuperar el aliento, ahora tan corto:
	Tú que transformas en día la noche,
	Diosa excelentemente brillante.

¡Oh suave embalsamador de la quieta medianoche!
Cerrando con cuidadosos y benignos dedos
Nuestros oscurecidos ojos, huídos de la luz,
Ensombrecidos en olvido divino;
¡Oh Sueño más calmante! Si así lo deseas, cierra
En medio de este pequeño himno mis obedientes ojos,
O espera al "Amén" antes de que tu sopor arroje
Alrededor de mi cama sus adormecedoras bondades.
Luego sálvame, o el día concluido resplandecerá
Sobre mi almohada, engendrando muchas aflicciones,-
Sálvame de la curiosa Conciencia, que aún impone
Su poder sobre la oscuridad, escarbando como un topo;
Cierra hábilmente la llave en la aceitada cerradura,
Y sella el silenciado cofre de mi Alma.